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En un nuevo llamamiento a la valentía, el Papa Francisco afirmó que el matrimonio no es una utopía de adolescente sino el el sueño de Dios para su creatura predilecta, que encuentra la felicidad en la unión de amor entre un hombre y una mujer. Como en las sociedades ricas muchos jóvenes no se atreven a asumir compromisos duraderos, el Papa les alertó de que el miedo al matrimonio paraliza el corazón humano.
La solemne misa de apertura del Sínodo de la Familia, que se prolongará a lo largo de tres semanas en el Vaticano, fue un llamamiento a centrarse en lo esencial y no dejarse distraer por los shows mediáticos laterales.
Tomando pie de los pasajes del Génesis que reflejan la soledad de corazón de Adán incluso en un paraíso, el Papa hizo notar que el mundo globalizado vive una paradoja: tantas casas de lujo y rascacielos, pero cada vez menos calor de hogar y de familia; tantos medios sofisticados de diversión, pero cada vez un vacío más profundo en corazón; muchos placeres, pero poco amor.
Centrándose en un problema grave de los países ricos, cuyos medios de comunicación intentan una y otra vez forzar la agenda del Sínodo hacia un debate sobre la homosexualidad o la comunión a los divorciados, el Papa puso el dedo en la llaga: parece que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social.
El Papa ha convocado por primera vez en la historia dos Sínodos de Obispos consecutivos -el extraordinario de octubre del 2014 y el ordinario que ahora comienza-, para abordar en profundidad los verdaderos problemas de la familia, cuyo debilitamiento está provocando la implosión no solo anímica sino también demográfica de muchos países ricos, incluida España.
«Dios no ha creado al ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo»Como el desplome de muchas familias tiene su raíz en las crisis de matrimonio o, cada vez más, en la incapacidad para emprenderlo, el Papa comentó que, ante una pregunta capciosa sobre el divorcio, Jesús respondió a los fariseos que Moisés había autorizado el repudio unilateral de la esposa por su dureza de corazón, pero al principio no era así sino que Dios los creó hombre y mujer, de modo que ya no son dos sino una sola carne.
En esa línea de mirar al proyecto original, Francisco aseguró que Dios no ha creado al ser humano para vivir en la tristeza o para estar solo, sino para la felicidad, para vivir la extraordinaria experiencia del amor, de amar y ser amado, y para ver su amor fecundo en los hijos.
Aunque se notaba su cansancio después del enorme esfuerzo del viaje a Cuba y Estados Unidos, el Papa era fuerte en sus palabras: este es el sueño de Dios para su creatura predilecta: ver la felicidad realizada en la unión de amor entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la donación recíproca.
Participan 18 matrimonios
Pero el Sínodo es una actividad eclesial, en la que participan 270 padres sinodales entre ellos 183 obispos elegidos por las respectivas conferencias episcopales-, 24 expertos, 51 observadores y 14 delegados fraternos. Un total de 359 personas entre las que llama la atención la presencia de 18 matrimonios y de un total de 31 mujeres especialistas en teología, bioética o acompañamiento de familias en dificultad.
Y precisamente por ser una asamblea eclesial, el Papa les recordó que la Iglesia está llamada a vivir su magisterio sobre la familia en la fidelidad, la verdad y la caridad.
La fidelidad a la enseñanza de Jesús consiste en defender la sacralidad de la vida, de toda vida, y la indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la gracia de Dios y de la capacidad del ser humano de amar en serio.
A su vez, según Francisco, la verdad no cambia según las modas pasajeras o las opiniones dominantes ni cede a la tentación de transformar el amor fecundo en egoísmo estéril, la unión fiel en vinculo temporal.
En esa línea, el Papa citó un párrafo luminoso de la encíclica Caridad en la verdad de su predecesor Benedicto XVI: Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Este es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad.
No juzgar a los demás
En el tercer aspecto, Francisco afirmó que la Iglesia debe vivir su misión en caridad, que no señala con el dedo para juzgar a los demás, sino que fiel a su naturaleza como madre- se siente en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia.
La misión de la Iglesia es ser hospital de campaña para los heridos en el frente, recordando lo que Jesús afirmó: No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.
Y lo subrayó con unas palabras de san Juan Pablo II en 1978: El error y el mal deben ser condenados y combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado.
«El camino hacia el suicidio de la Iglesia sería precisamente el odio al pecador»El camino hacia el suicidio de la Iglesia sería precisamente el odio al pecador. No sólo porque existe para él, sino también porque cada uno de sus miembros lo es, como ha recordado tantas veces el Papa.
Por eso, Francisco insistió en que la Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sim misma y a su misión; y en vez de ser puente se convierte en barrera.
Es el punto de equilibrio entre las dos posturas extremas que se han hecho notar en las semanas previas al Sínodo: la de quienes detestan a los pecadores y les tratan con actitud hostil, y la de quienes desean que la Iglesia declare que todo está bien, eliminando de ese modo el concepto de pecador. Pero la Iglesia existe para recordar que Dios perdona los pecados, y para renovar ese perdón.
Poco después, durante el rezo del Ángelus con una gran multitud de fieles reunidos en la plaza de San Pedro, el Papa invitó a pedir al Señor que todos los padres, madres, educadores e incluso la entera sociedad sepan acoger y amar como Jesús.
Refiriéndose a los refugiados, Francisco pidió que el Señor nos ayude a no ser sociedades-fortaleza sino sociedades-familia, capaces de acoger. Con reglas adecuadas, pero acoger.
Recordó también a los dieciocho mártires cistercienses elevados a los altares el sábado en Santander, y propuso suplicar por su intercesión al Señor que libere al mundo del flagelo de la guerra.
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