Son las 10:15 de la mañana en la capital cubana y en la placa del Aeropuerto Internacional José Martí se encuentran cuatro Boeing 737 cargando pasajeros para Miami. Por la pista se desplaza un quinto aparato que acaba de llegar de los 12 vuelos que el lunes pasado volaron entre los dos países.
Este intenso tráfico aéreo es el reflejo del auge de los viajes que miles de estadounidenses están haciendo a la isla tras la flexibilización de las reglas por parte del presidente Barack Obama y el anuncio de la reanudación de relaciones diplomáticas a nivel de embajadores, el 17 de diciembre del 2014. “Tenemos días en que hay más americanos aquí que cubanos de Miami. Esto es una locura, los vuelos no paran”, explica un empleado de la aduana.
El año pasado, según cifras divulgadas por la revista Fortune, unos 700.000 estadounidenses visitaron la isla. Este año, dijo recientemente el flamante encargado de negocios de Washington, Jeffrey De Laurentis, esa cifra ha subido 50%, pero la aspiración del Gobierno cubano es que alcance los 10 millones anuales cuando las restricciones sean totalmente levantadas.
“Ha sido un viaje inolvidable. Lo más impresionante es la gente, hay que repetirlo”, dice Lucille Watson, una ginecóloga de Baton Rouge, Luisiana, que se apuntó para “estudiar” las interioridades de la escuela cubana de ballet, una de sus viejas pasiones. Durante una semana, ha asistido a clases, conversado con profesores y alumnos en un programa que describe como intenso. “Lo más importante es que los cubanos se den cuenta de que el pueblo norteamericano es diferente de su Gobierno”, amplía.
Los americanos son fáciles de detectar en La Habana. Se les ve subir y bajarse del vientre de los enormes autobuses turísticos y, como el estereotipo, fotografiar todo lo que los rodea. Un arquitecto de Virginia, Mark Simmons, vino a la isla junto a su hija Mellanie. Su objetivo: mirar las viejas construcciones anteriores al año 1959, cuando Fidel Castro tomó el poder.
“Esto es como un museo, una ciudad congelada en el tiempo. Llevo miles de fotografías para servir de guía en la reconstrucción de viejas casas en Estados Unidos. Hay ahora una corriente arquitectónica en ese sentido”, subraya.
Los estadounidenses solo pueden venir enmarcados en 12 categorías definidas por el Departamento de Tesoro como viajes humanitarios, informativos, religiosos u otros, pero que de ningún modo impliquen un desplazamiento turístico y mucho menos hacer negocios. Pero esto no ha impedido que empresarios como Albert Williams, de West Palm Beach, intenten explorar oportunidades de negocios.
Wilson es un mercader internacional de puros, tiene clientes en todos los continentes, pero su mercado está principalmente afincado en Asia y el Medio Oriente. Los millonarios de Dubái son los más codiciados. Este es su 14to. viaje a Cuba en menos de 12 meses. “Sólo puedo llevar conmigo tabacos por valor de 100 dólares. Pero quiero que me conozcan aquí, tener mi espacio para que cuando se pueda hacer algo, ser uno de los primeros”, explica.
La bandera estadounidense ondea en la azotea del Hotel Parque Central, en La Habana. (Rui Ferreira) |
El empresario es uno de aquellos casos que ha aprovechado el levantamiento de las restricciones. Cada vez que viaja, firma la declaración jurada del Departamento del Tesoro indicando que viene en un viaje de “estudios”. Dice, no sin cierta malicia en la mirada, que viaja a La Habana en un “viaje de estudios” sobre desarrollo de la industria tabacalera cubana. “He ido mucho a Pinar del Río; he visto como es su industria. Es importante para el futuro conocerla por dentro”, dice mientras saborea una Coca-Cola embotellada en México.
Uno de estos atardeceres, en el salón de humo del hotel Cohíba, se escuchaban todo tipo de acentos regionales estadounidenses conversando y saboreando un buen tabaco alrededor de un vaso de ron añejo, todavía fuera del circuito comercial en Estados Unidos. “Viajar a Cuba fue una vieja aspiración. He escuchado hablar mucho de Castro y este país. Tenía curiosidad por verlo”, explica Carl Watson, quien es profesor de inglés en una secundaria en Washington DC.
Que se sepa, no ha habido incidentes con los viajeros estadounidenses. Como comentaba un periodista cubano, “todavía ninguno ha profanado una estatua”, recordando el infausto incidente de marzo de 1949 cuando un marinero borracho se encaramó en la estatua del prócer José Martí en el Parque Central.
Conversando con algunos de los turistas, muchos todavía manifiestan su incredulidad por la reanudación de los nexos entre los dos países. “Durante décadas fuimos enemigos, nos combatimos, es asombroso lo rápido que todo se resolvió”, enfatiza Watson.
Un avión de American Airlines arriba a La Habana con unos 150 estadounidenses. (Rui Ferreira) |
Pero no todo está resuelto. Cuba sigue reclamando que el embargo económico debe ser derogado y clama por la devolución de la Base de Guantánamo. En diciembre del año pasado, al tiempo que el gobernante cubano Raúl Castro y el presidente Obama iniciaron el deshielo, el académico cubano Rafael Hernández concluía un estudio sobre el paralelismo entre la forma en que China y Vietnam restablecieron relaciones con EEUU y de qué modo Cuba pudiera inspirarse en esos casos. “El gran obstáculo que separa las dos sociedades no es apenas el embargo o diferentes ideologías, sino una herencia de desconfianza. Sin embargo, los casos de China y Vietnam pueden enseñar que la desconfianza puede ser abordada y atenuada, siempre y cuando exista una determinación política real de lograr un progreso en las relaciones bilaterales”, ha escrito.
¿Qué ha pasado entonces? “Cuba le ha extendido su confianza a Estados Unidos de que cree que va a cumplir [con lo pactado] y eso tiene un valor altísimo. El Gobierno de Cuba ha confiado en este acuerdo”, explica Hernández a DIARIO LAS AMÉRICAS.
La Habana está llena de estadounidenses pero falta el principal. “Si voy de visita, partimos de la premisa de que puedo hablar con todo el mundo”, declaró Obama la semana pasada en una entrevista con Yahoo News. La noticia corrió como pólvora en La Habana.
La reacción gubernamental no se hizo esperar. “El día en que el presidente de Estados Unidos decida visitar Cuba, será bienvenido. [Pero] quiero recordar que Cuba jamás negociará temas inherentes a su sistema interno a cambio de una mejoría o la normalización de sus relaciones con Estados Unidos”, ha puntualizado la directora para Estados Unidos de la cancillería, Josefina Vidal.
Sin embargo, como van las cosas, es casi seguro que antes del fin de su mandato, Obama desembarcará en La Habana. Es el único estadounidense que falta. Sería el primer presidente de EEUU en ejercicio en hacerlo desde la visita de Calvin Cooldige, en 1928.
**** Tomado del Diario de las Américas
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