Escrito por Alejandro Rodríguez Lezcano
Como usted
comprenderá no tengo opción en apelativos al comunicarme con usted y lo llamare
por el nombre que merece, tratando de contener mi ira y de ser lo más educado
que pueda.
Sr. Dictador usted ha destruido mi país en un lapso de 55 años, a fusilado, encarcelado, torturado, asesinado, aniquilado familias, corrompió la moral de la juventud, a convertido nuestra isla en un prostíbulo vendiendo nuestros jóvenes por un puñado de dólares que obtiene con el turismo sexual, creado una nueva empresa de doctores que vende como mano esclava disfrazada en misiones internacionalistas, puedo seguir la lista pero usted mejor que yo conoce de sus crímenes.
Estoy seguro historia será más benévola con usted si entregara el poder, de otra manera no solo formara la lista de tiranos indeseables, si no estará a la cabeza, de eso no le quepa duda. La historia usted afirmo un día lo absolverá, en realidad lo va a condenar a una eternidad de improperios y todos sus descendientes se verán marcados con el significado satánico que llevan su nombre y apellido.
Yo nací en 1961 bajo su revolución de puercos, no tengo otro calificativo que la pueda sustentar, desde pequeño usted me mintió tratando de crear en mi enemigos inexistentes y un sentimiento anti americano para de esta manera mantener un control absoluto. Esto le fallo no solo conmigo, si no con toda una juventud que ahora le reclaman familiares caídos en batallas que no eran nuestras, que se preguntan a diario mientras venden sus cuerpos:
¿Donde están los logros de la revolución caduca?
¿Donde está el futuro de igualdad prometida?
¿Cómo puedo mantener los míos si no tengo familia en el supuesto país enemigo?
Hoy como muchos cubanos le exijo su salida, veo como el hombre que entraba victorioso no es más que un cobarde con miedo a un juicio por lesa humanidad. Usted es solo eso, un cobarde disfrazado de valiente rodeado de un grupo de asesinos comprometidos que tienen más miedo que usted y se defienden como gatos golpeando a todo el que levanta la voz como denuncia. Sabe que le llegó la hora, no se aferre a lo que ya le queda grande, que es un pueblo cansado de usted y su camarilla de asesinos.
Sabe que no lo quieren y mantiene el poder a través del terror, pero recuerde que el sufrimiento vence el temor, el hambre es aliada de los cambios y la juventud se impone. El destino de mi patria está marcado y no se llama Fidel ni se apellida Castro- revolución, tiene un nuevo nombre, Democracia, con apellidos Boitel, Tamayo verdaderos héroes que dieron su vida por una causa justa con libertad para todos.
No me despido con un adiós definitivo por que le prometo estar sentado en el juicio que lo condene, esto no es un sueño, estoy seguro va a ser una realidad. No le deseo la muerte por que sería una salida fácil a una carrera de crímenes, quiero que lo condene un tribunal como lo hará la historia.
En mi despedida no existe su frase favorita de hasta la victoria siempre, la cambio por una más real y que se acomoda a los tiempos.
“Hasta que
la historia lo condene comandante de asesinos”
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