|
Recorte de periódico de la época |
Faltaban
10 minutos para que el reloj de pared marcara las 11 de la mañana de aquel 23
de noviembre de 1957, el Teniente Coronel Julio Diez Díaz, Inspector
Territorial del Regimiento No. 7 de la Guardia Rural asentado en la provincial
Holguín le pide a su ayudante, un sargento de primera, que le comunique urgente
con el Estado Mayor General del Ejercito, tiene que transmitir una información urgente,
acaban de matar al Jefe del Regimiento.
Ese
día un comando del insurgente Movimiento 26 de Julio integrado por William Gálvez
Rodríguez, Carlos Borjas Garcell, Alfredo Adbón Ávila y Ramón Cordero Reyes
habían realizado el atentado en el establecimiento Cuban Air Co. ubicado en las
calles Libertad y Ángel Guerra cerca de las 8 de la mañana, además había
resultado herido el Cabo Germán Pavón, quien era el chofer del Jefe del
Regimiento Coronel Fermín de la Concepción de la Caridad Cowley Gallego.
Durante
mucho tiempo este comando apoyado por otras 16 personas, entre las que se
encontraban Manuel Angulo Farrán y Atanagildo Cajigal jefes de la organización en
la Provincia vigilaban los movimientos
del asesino, el que en menos de 1 año había enviado a mejor vida a más de 40
personas a las que consideraba adversarios del régimen de Fulgencio Batista Zaldívar,
el que había llegado al poder en el año 1952 tras un golpe de estado que
derroco al último Presidente Constitucional de Cuba Carlos Prio Socarras.
Según
Gálvez Rodríguez, luego de un recorrido prolongado para cerciorarse que estaba
en el lugar el objetivo se deciden a entrar, están presionados, Frank País
García, Jefe de Acción y Sabotaje del 26 de Julio había muerto y desde la
Jefatura de este en Santiago de Cuba les exigían cumplir con el Plan Calendario
que el extinto había elaborado para planificar lo que debía suceder día a día
en la lucha clandestina en cada provincia y que solo Holguín no cumplía, lo
cual le había hecho ganar el título de la “Ciudad más Tranquila de Cuba”.
En
el momento clímax unos trabajadores de la Cuban Air que descargaban de un
camión unos balones de oxigeno tuvieron un percance y varios de estos cilindros
rodaron hasta posesionarse justo debajo
de las ruedas del auto en que viajaba el comando, en ese instante dos miradas
curiosas se asomaron por la trastienda pero solo por pocos segundos, estaban
vestidos de civil y esto acrecentaba las dudas de la presencia del Coronel en
el lugar, no obstante, se deciden y dos del grupo atacan al cabo que recostado
contra una pared recibe 2 disparos y queda herido e inconsciente.
Mientras
William Gálvez y Alfredo Adbón Ávila entran a la tienda, el segundo se
adelanta, para cuando Gálvez llega a la trastienda ya Adbón le apunta a un hombre
que no hace la menor resistencia, le grita pero no importa, suena un disparo,
la cara se desmorona y junto con ella la vida del agredido, el cuerpo se
desploma sobre el rojo de la sangre que ya brota como un rio sobre los mosaicos
del lugar, otro hombre, el administrador del lugar, grita despavorido “no me maten, soy padre de familia”, lo
increpan, le pregunta si es el Coronel Cowley, más solo se oye el “no me maten, soy padre de familia”.
Comienzan
a registrar al muerto, hay que encontrar la pistola o un carnet que demuestre
quien es, los nervios tensos, otro grito desde la calle hace que todo se
olvide, “viene la policía”, como un resorte ambos salen de la tienda, más no es
cierto, no hay nadie en la calle, solo el cabo que inconsciente pero vivo está
tirado en la esquina de Ángel Guerra y Libertad, no hay tiempo para regresar,
se retiran hacia la casa cuartel y comienza la espera, angustiosa, prolongada,
hasta que se escucha el anuncio por la radio, se acaba de cumplir la misión.
Del
resto se encargó el Coronel Leopoldo Pérez Coujil, quien fuera nombrado
sustituto del finado y el Teniente Coronel Irenaldo García Báez – hijo del Jefe
de la Policía Nacional Pilar García -, 2do Jefe del temido Servicio de
Inteligencia Militar (SIM) quienes junto al resto de los oficiales del
Regimiento realizaron las detenciones e investigaciones que condujeron al
arresto de más de 30 personas y al trágico final de 6 de ellos mientras eran
trasladados hacia el Vivac, una similitud a pequeña escala con lo sucedido en
la ciudad checoslovaca de Lidice cuando la resistencia ajusticio al Jefe de las
SS Hitleriana Hendrich.
Hasta
aquí la versión “conocida” de lo ocurrido, muchas cosas quedan claras y otras
por desgracia para todos se fueron a la tumba con los protagonistas, más varias
dudas sobre esta historia sobresalen, lo primero y eso es indiscutible es que
Cowley merecía morir, es cierto que mató a los terroristas del 26 pero igual
suerte corrieron personas inocentes, era un asesino despiadado que le arrancó
la vida a seres humanos por sus filiaciones políticas o simplemente por no
simpatizar con ellos, fue el autor intelectual y material de las “Las Pascuas
Sangrientas” entre el 23 y el 26 de diciembre de 1956 donde murieron 23
personas y luego se cargó sin miramientos a 16 expedicionarios del “Corinthia” el
28 de mayo de 1957 que bien podrían haber sido condenados por los tribunales de
justicia cubano.
Más
me llama la atención algo, según dijo y escribió William Gálvez Rodríguez,
quien además era el jefe del comando, nunca
antes ninguno de los miembros del mismo había visto a Cowley vestido de civil,
pues el Coronel vivía dentro del Cuartel, es decir solo tenían fotografías de
él vestido de militar y la mayoría con gorra, lo cual nos indica que ellos iban
a matar al que estuviera en el lugar sin importar quien fuera y que solo un
factor de suerte hizo que se cumpliera su propósito de ajusticiar a Cowley,
creo que haber logrado su objetivo no los exonera de la carga histórica de
haber podido matar a un inocente que nada tuviera que ver con el criminal o
alguno de sus acólitos.
Lo
segundo que se resalta es el camino que utilizaron pues innecesariamente
recorrieron 12 cuadras para llegar a la Cuba Air Co., esto me llena de intriga
sobre si realmente querían llevar adelante el atentado o no, pues al bajar por
la calle Miró y llegar a Ángel Guerra se percatan de la presencia del auto del
Coronel a 100 metros de ellos, más increíblemente en vez de doblar a la derecha
en la siguiente cuadra (Peralejo), continuaron 3 calles más abajo hasta General
Salazar para luego tomar Libertad y pasar por el lugar, continuar hasta la
siguiente (Cable) y por esta bajar por Maceo para incorporarse a Ángel Guerra,
lo cual podría haber despertado la sospecha del chofer del Coronel.
Algo
que no tiene explicación es el hecho que Cowley, siendo el criminal que era, no
se defendiera, que estuviera desarmado y sin escolta a pesar de haber recibido
del SIM informaciones de que estaba en ejecución y era inminente un plan para atentar
contra los principales oficiales del Regimiento, creo por lo que he podido
investigar que solo el Comandante Agustín Labastida (El Bebo) Jefe de la
Policía Regimental había tomado precauciones especiales para garantizar su
seguridad, es inaudito e inverosímil que a pesar de haber tenido que escuchar
los disparos que se efectuaron a menos de 20 metros y que hirieron a su chofer no
haya hecho nada para resistirse y defender su vida.
Luego
la pasividad con que actuaron los complotados, salvo los ejecutores que se
fueron para la Sierra Maestra, los demás se dejaron atrapar por los militares
aun cuando por más de 24 horas nadie había reconocido a los atacantes ni a los
que los ayudaron, muchos de ellos con un aval confiable por ser personas
importantes y respetables en el lugar como para salir de la ciudad sin levantar
sospechas, además conocían de las investigaciones y de la delación del Morito
Estefano, quien cambió su declaración por su vida, incluso en un momento de
confusión el teniente Coronel García Báez dejó en libertad a Atanagildo Cajigal
y este lejos de huir permaneció en el Regimiento para lograr la libertad de su
hermano que nada tenía que ver con el suceso.
Quizás
algún día podamos conocer con mayor exactitud que sucedió ese día, el porqué
del comportamiento extraño del Coronel Fermín Cowley, de los otros oficiales
que debían garantizar su seguridad personal y de los que fueron apresados, a
pesar de que con toda seguridad sabían que morirían por haber apoyado esta
acción, quizás podamos desentrañar la causa del recorrido tomado por el vehículo,
más solo por el momento les dejo este escrito para que reflexionen sobre un
hecho que marcó para siempre al pueblo Holguinero.