Foto El Nuevo Herald.com |
Reza
un viejo refrán que el “Ladrón siempre cree que todos son de su misma
condición”, nada más aplicable a los que antes fueron rudos gendarmes del
régimen y llegaron a ocupar altos cargos dentro de este, realizando atroces
caserías contra los luchadores pacíficos en Cuba y hoy se pavonean
tranquilamente por las calles del país de la libertad sin el más tímido
sonrojo.
Quizás
para los que no conocen la realidad de la isla Crescencio Marino Rivero y su
esposa Juana Ferrer sean unos pobres ancianitos que se cansaron de vivir en un
lugar donde no hay libertad para nada y las necesidades económicas se comen a
los de su edad imponiéndoles fuertes restricciones alimentarías debido a los
bajos ingresos que perciben una vez jubilados.
Pero
no, estas dos personas no fueron unos simples mortales de paso por esta tierra,
fueron nada más y nada menos que altos oficiales del Ministerio del Interior
Cubano (MININT), el mismo que agrupa en sus diversas ramas a los que se
encargan de reprimir la llama de la libertad y la concordia nacional con el
propósito de perpetuar un sistema decadente y poco viable.
Sencillamente
verlos haciendo declaraciones luego que fueran descubiertos por alguien me hizo
sentir que en Cuba ya no hay Represores, quieren hacer creer con un vocabulario
populacho que eran sencillamente los buenos de la película y que nunca hicieron
nada contra nadie, a pesar de que voces autorizadas como la de los disidentes y
presos políticos dicen lo contrario.
Resulta
paradójico que desde su cargo de Director Jurídico de Prisiones en Villa Clara desconociera
los abusos, y esto lo hace cómplice de los mismos aun sin participar, que se
cometen contra los reclusos en las cárceles, cuantas veces no leemos de esos
actos ejecutados por los que dirigen las prisiones y rara vez existe una acción
contra los que los ejecutan.
Recuerdo
con mucha amargura los tres años que pase injustamente en una cárcel dirigida
por personas como el respetable Coronel Crescencio y fui testigo de los
innumerables maltratos a que son sometidos los prisioneros, puedo mencionar más
de una golpiza en la prisión 1580 ubicada en San Miguel del Padrón, donde al
Teniente Calunga y sus esbirros gozaban de total impunidad.
Quien
duda que para llegar a ser un primer oficial, como lo eran esta pareja de
pobrecitos ancianos, hay que ser militante del Partido Comunista de Cuba y
cumplir sin miramiento las ordenes que se reciban, es que acaso no esta fresca
en su mente la tortura conocida como la “Silla del Dolor” la que fue vivida por
el opositor Hugo Damián Prieto Blanco en Ciego de Ávila.
El
sufrimiento no se pude olvidar tan fácilmente y menos el que lacera la carne de
los que luchamos por la libertad y como dijo Guillermo Fariña, “Rivero debe
aceptar su pasado represivo y enfrentar las consecuencias de sus actos”, aunque
realmente pienso que se les debe deportar hacia Cuba y no volvérsele a permitir
entrar en ese país, incluso a ninguno de sus descendientes.
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