jueves, 22 de agosto de 2013

La pesadilla de Juancito

Juancito es un argentino que encantado con los cantos de sirena de la propaganda castrista viajo a Cuba para disfrutar de sus playas y sol, alguien en su país le había recomendado igualmente el destino turístico argumentándole que la gente era muy cariñosa y la pasaría muy bien, Matías en persona se encargo de convencer a 4 de sus colegas del Banco donde trabaja para que lo acompañaran y les quito de la cabeza  la idea de visitar República Dominicana.

Todo se comporto según lo planeado reservaron con la Agencia Turística Cubanacan y el día señalado volaron a la isla sin mayores contratiempos, al llegar fueron enviados al Hotel Las Américas en el balneario de Varadero, a unos 190 km al este de la capital, y comenzaron su aventura de sol y playa, más todo no era como le habían dicho a ellos, se encontraron un hotel que no tenia hielo y muchos de los servicios no funcionaban.

Aunque la pasaron bien decidieron irse a pasar los días finales de sus vacaciones en Cayo Coco, fueron al buro de reservaciones de la misma agencia, allí le aconsejaron viajar con AeroCaribbean la línea aérea que cubre trayectos nacionales y regionales aunque tenían la opción de viajar por tierra con Viazul  o rentar un carro, por lo que siguiendo los consejos de los que saben decidieron tomar el avión por la comodidad y el tiempo de viaje.

Fue ahí mismo cuando comenzó para ellos el calvario que los llevaría a maldecir haber viajado a Cuba, compraron sus boletos y en la factura les consignaron los números de teléfonos de las personas que en caso de haber algún problema debían contactar en La Habana para recibir la atención y el auxilio necesarios, le auguraron tomar los mejores cocteles del país y que bailarían al ritmo de experimentados profesores.

En la madrugada del día 6 de agosto los levantaron en el hotel, estaba listo el transporte que los llevaría desde ese punto hasta la terminal 1 del aeropuerto José Martí adonde abordarían el vuelo de no más de 50 minutos y a disfrutar, más la vida les daría un nada grata sorpresa, al llegar aun de madrugada se encontraron con una terminal oscuras donde las personas dormían en los asientos o en el piso, las moscas se posaban donde quiera y los baños, uff, no había quien entrara del hedor que expedían. 

En ese mismo lugar una representante de la línea aérea le comunico que había problemas con varios vuelos y que con toda seguridad volarían a las 5 de la tarde si el avión no presentaba algún problema, no lo podían creer, se sintieron solos y desamparados en un lugar donde no conocían a nadie y todo le parecía hostil, más pronto se dieron cuenta que no eran los únicos extranjeros que estaban varados, Venezolanos e Ingleses se las ingeniaban para descansar.

Decidieron protestar, más la empleada les informo que eso era responsabilidad de Cubanacan y les oriento llamar a los responsables, así lo hicieron pero una voz iracunda desde el otro lado del teléfono les dijo que si “eran locos o no sabían leer el reloj, que ella estaba durmiendo y que se las arreglaran como pudiera”, poco falto para que le diera un infarto más no todo era malo, las funcionaria de la aviación llamaron hasta el mismísimo Delegado del Turismo en La Habana sin otra respuesta que una promesa de recogerlos y llevarlos a un hotel hasta que partiera el vuelo.
Por supuesto el tiempo paso y paso y la desesperación creció y creció, les entregaron un refrigerio para que desayunaran y con una sonrisa en los labios trataban de calmarlos, más de pronto una luz apareció en el horizonte un representante de Cubatur buscaba a alguien, se les acercaron y este señor les contesto que él no habían venido por ellos sino por un ómnibus para trasladar el grupo de turistas que acaban de llegar, todo esto en la peor de las formas, nada deberían seguir esperando.

Matías no perdió el tiempo más comenzó a entablar conversación con varios cubanos los que le dijeron que el maltrato y los contratiempos venían incluido en el paquete turístico que él había pagado y que sencillamente se resignara pues si protestaba mucho entonces podrían llamarle a la Policía para que lo detuvieran y con suerte lo deportaran del país o se arriesgara a enfrentar una pena carcelaria en las temidas prisiones del Régimen.


Agobiado por la realidad Matías se resigno y se sentó junto a sus amigos a esperar por un milagro que nunca apareció, pidió una indemnización y obtuvo por respuesta una carcajada y un “estamos en Cuba señor”, finalmente voló a su destino a las 7 de la noche jurando por todos los cielos que jamás volvería a visitar la isla del sol y las playas, quedando sus sueños de danzar y tomar mojitos cubanos debieron esperar al otro día si con suerte hubieran los medios para ello.

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